divendres, 1 d’abril del 2011

La ingeniería financiera como arma de defensa. (Carta abierta a Vicenç Navarro y Juan Torres)

Apreciados Sres. Vicenç Navarro y Juan Torres,

soy un trabajador de una empresa pública a la que ya ha llegado el "tijeretazo". La dirección de la empresa se apresura a tomar medidas para reducir nuestros sueldos y tanto el comité de empresa como los trabajadores se muestran desconcertados. Parece ser que nadie entiende que el problema no es que de golpe hayamos dejado de ser productivos o que de la noche a la mañana la dirección haya empeorado drásticamente la gestión. Se trata simplemente de que los dineros públicos que nos mantenian, nuestros impuestos,  han sido robados subrepticiamente por entidades financieras sin escrúpulos y con la connivencia de nuestros propios representantes políticos. ¡Traición!
La cuestión es que como no se entiende la causa del problema, ahora todos se echan la culpa unos a otros. La dirección dice que no podemos ser tan poco productivos (cuando seguimos siendo tan productivos como antes) y los trabajadores dicen que la dirección no puede seguir haciendo una gestión tan deficiente (cuando la gestión, deficiente o no, sigue siendo la misma). Es cierto que tanto la productividad como la gestión siempre se pueden mejorar y esto suscita tan vivas polémicas que la polvareda no deja ver el problema subyacente. Aplacar el dolor está bien, pero pienso que sería mucho mejor atacar directamente a la enfermedad. Y ahí voy.
Mi propuesta se basa en una idea sencilla pero que requiere de conocimientos expertos para poder ser aplicada. Si las entidades financieras pueden utilizar estratagemas legales para quedarse con nuestros dineros, nosotros también podríamos utilizarlas para defender lo que es nuestro.
Supongamos que creamos una sociedad de inversión - a la que podríamos llamar algo así como Cooperativa de Defensa del Dinero Público (CDDP) - y la domiciliamos en un bonito paraíso fiscal. Pedimos a la empresa en donde trabajamos que nos haga la retención mínima legal del IRPF y que nos ingrese la nómina en una cuenta de nuestra paradisíaca sociedad. Ésta, a su vez, nos reintegra el sueldo correspondiente e invierte el porcentaje de IRPF que no nos han retenido en una asociación de lucha contra la corrupción financiera como pudiera ser ATTAC. Por otra parte, como no pensamos pagar el IRPF para que se lo regalen a los bancos, con los intereses de los depósitos se contratan unos buenos abogados para defender jurídicamente nuestra objeción fiscal. El proceso legal, aunque inicilamente perdido, debería dilatarse en el tiempo hasta que el éxito de esta iniciativa obligara a cambiar las leyes que facilitan el expolio financiero de nuestros impuestos.
Supongo que todo esto es un auténtico disparate fruto de mi incultura financiera, pero, por si acaso, emplazo a los expertos a meditar al respecto.

Saludos,

cgs